Desde los años 70, grupos y medios de comunicación favorables al aborto repiten que Santo Tomás de Aquino aceptaba los abortos precoces y que hasta 1869 la Iglesia no prohibió el aborto en firme. En América Latina y en España este es un mantra que repite, por ejemplo, la asociación abortista “Católicas por el Derecho a Decidir”, un lobby que no tiene nada de católico y que está financiado por la IPPF y otras empresas del aborto para ayudar a la legalización del aborto en países católicos. Algunas asociaciones de cierto feminismo y de ideología de género repiten el bulo.
La realidad es otra. Es falso que la Iglesia o Santo Tomás aceptasen el aborto temprano o que hasta 1869 la Iglesia no prohibiese el aborto en firme.
La Iglesia Católica siempre ha enseñado que el aborto es un homicidio, incluso en los primeros siglos, cuando era práctica habitual y legal en Roma y Grecia. El castigo canónico y la penitencia ante este homicidio ha cambiado según casos y circunstancias, pero la enseñanza básica siempre ha sido la misma: abortar es matar un ser humano inocente, y eso es un pecado gravísimo, un homicidio.
Con la ciencia del siglo XX
A medida que avanzaba la ciencia y la técnica médica, la Iglesia vio más y más confirmada su enseñanza de dos mil años. Pío XI, en su encíclica Casti Connubii, de 1930, declaraba que “la realización directa de un aborto nunca está justificada por ninguna indicación [médica] ni ninguna ley humana“. Pedía a los gobiernos, que defendieran a estas vidas inocentes.
Pío XII insistió en pedir a los médicos y legisladores que defendieran a madres e hijos, nacidos o no, y relacionaba el aborto con las prácticas nazis de su época.
Pablo VI, con su encíclica Humanae Vitae de 1968 recordaba la ilicitud de cualquier aborto. Y el Concilio Vaticano II exigía “proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción” y afirmaba: “el aborto y el infanticidio son crímenes abominables“, un lenguaje realmente claro que, como en la antigüedad, ponía en la misma frase al aborto y al infanticidio: dos variantes técnicas del mismo homicidio contra niños, antes o después del parto.
Respecto al voto del católico, uno de los primeros documentos es el de la Congregación de la Doctrina de la Fe de 1974: “un cristiano no puede conformarse a una ley que en sí es inmoral y tal es el caso de una ley que admita la licitud del aborto. Tampoco puede un cristiano participar en una campaña de propaganda de una ley así, ni votar por ella. Más aún, no puede colaborar en su aplicación”.
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