Aborto, Familia

Drogas abortivas asociadas a muertes maternas en el mundo en desarrollo

Por Wendy Wright

Un estudio de Sri Lanka revela que «en los países en desarrollo, el uso generalizado e indebido [del aborto farmacológico] ha dado origen al aborto parcial o séptico, por lo tanto incrementa la morbimortalidad materna».  

Un amplio estudio finlandés llega a la conclusión de que «Dado que el aborto farmacológico se está utilizando cada vez más en múltiples países, es posible que dé como resultado una incidencia elevada de la morbosidad en términos generales, relacionada con la interrupción del embarazo».

La dra. Donna Harrison, eminente experta en mifepristona,  dio a conocer a la Association for Interdisciplinary Research in Values and Social Change estudios de Sri Lanka, Vietnam y Finlandia. Estos trabajos demuestran que la mifepristona, también llamada RU-486, y el misoprostol tienen una alta tasa de complicaciones, con mayores riesgos médicos para las mujeres de los países en desarrollo.

Los defensores del aborto promueven de modo agresivo drogas abortivas en los países en desarrollo, porque la falta de infraestructura médica, de transporte hacia los centros de emergencia, de agua y de otros recursos  hace que los abortos quirúrgicos sean menos accesibles y más riesgosos. No obstante, estos mismos obstáculos existen para atender el riesgo mayor que supone el aborto farmacológico. Un tratamiento frecuente y necesario es la cirugía. En Vietnam, los investigadores descubrieron que una de cada cuatro mujeres debía someterse a un aborto quirúrgico debido a un aborto con misoprostol incompleto.

El estudio finlandés revela que, en las mejores condiciones, los abortos farmacológicos presentaron el cuádruple de complicaciones a comparación de los quirúrgicos. Las mujeres que tomaron pastillas abortivas sangraron más de siete veces más seguido que las pacientes operadas, tuvieron una incidencia mayor de abortos fallidos que requirieron un seguimiento quirúrgico y un riesgo veinte veces superior de accidentes operatorios producidos por cirugías de emergencia, como las pacientes de aborto quirúrgico.

Esta situación va tras las huellas de Estados Unidos, donde murieron al menos catorce mujeres tras la ingesta de mifepristona. En 2000, este país aprobó la droga con restricciones, permitiendo que fuera dipensada solo por médicos tras una ecografía y después de requerir un examen médico de seguimiento a la paciente para detectar hemorragias o infecciones y a fin de determinar si el aborto se había completado o si quedaban partes del bebé muerto dentro de la madre.

En el término de un año, se informó en Estados Unidos la primera muerte por RU-486 de una joven de dieciocho años que era sana. Posteriormente, su padre estableció un sitio web (AbortionPillRisks.org) en el que advierte a las mujeres sobre los riesgos potencialmente letales de la RU-486.   

La dra. Harrison culpa a las agrupaciones abortistas como Ipas de afirmar falazmente que los abortos farmacológicos son inmensamente seguros incluso en los países en desarrollo y que la legalización de la práctica reduce la mortalidad materna. En un examen detenido de las cifras de Nepal, la dra. Harrison descubre que la mortalidad materna estaba «disminuyendo drásticamente en Nepal ANTES de la legalización del aborto. No obstante, estas afirmaciones falsas de Ipas y de otros sobre la tasa de mortalidad materna debido al aborto “riesgoso” se utilizan para persuadir a los gobiernos no sólo de que legalicen el aborto, sino de que permitan el uso no supervisado de drogas abortivas, que de hecho incrementarán la mortalidad materna en el mundo en desarrollo».